Las correlaciones entre desigualdad de género y cambio climático

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Mujeres pescando
Mujeres pescando en Dili, Timor Oriental. Foto: Naciones Unidas/Martine Perret

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La crisis climática es uno de los problemas más acuciantes de nuestra época. Amenaza con revertir el avance en materia de derechos humanos y desarrollo sostenible, y agudiza la desigualdad de género, lo que plantea riesgos específicos para los modos de vida, los medios de subsistencia, la salud, la seguridad y la protección de todas las mujeres y niñas en todo el mundo.

Cada vez son más los datos y las investigaciones que revelan la correlación entre el género, la equidad social y el cambio climático, de modo que es momento de hablar sobre las maneras en que el cambio climático afecta a las mujeres y niñas, por qué la igualdad de género es clave para la acción climática mundial y cómo debemos apoyar aquellas soluciones creadas por y para ellas. 

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Haití tras el paso del huracán Matthew en 2016. A menudo, las mujeres y niñas se enfrentan a mayores riesgos de salud y seguridad cuando los sistemas de agua y saneamiento se ven afectados. Además, asumen una mayor carga de trabajo doméstico y de cuidados cuando los recursos desaparecen.
Haití tras el paso del huracán Matthew en 2016. A menudo, las mujeres y niñas se enfrentan a mayores riesgos de salud y seguridad cuando los sistemas de agua y saneamiento se ven afectados. Además, asumen una mayor carga de trabajo doméstico y de cuidados cuando los recursos desaparecen. Foto: Naciones Unidas/MINUSTAH/Logan Abassi

¿Cómo afecta el cambio climático a las mujeres y niñas?

La crisis climática no es neutra de cara al género. Las mujeres y niñas sufren los peores efectos, lo que agrava las desigualdades de género y plantea amenazas únicas a sus medios de vida, salud y seguridad.   

La justicia climática feminista aporta una perspectiva de género a la lucha contra el cambio climático y advierte que los factores que impulsan la crisis climática también impulsan las desigualdades de género.   

En el informe Panorama de Género 2024 se indica que hasta 158 millones más de mujeres y niñas podrían caer en la pobreza de aquí a 2050 (16 millones más que el número total de hombres y niños). Incluso hoy, 47,8 millones más de mujeres que de hombres sufren inseguridad alimentaria. 

Las mujeres dependen más de los recursos naturales, pero tienen menos acceso a ellos

En muchas regiones, las mujeres cargan con una responsabilidad desproporcionada para garantizar alimentos, agua y combustible a sus familias. Cuando estos recursos se vuelven escasos debido al cambio climático, las mujeres deben trabajar más duro y viajar más lejos. Esto también ejerce una mayor presión sobre las niñas, quienes a menudo deben abandonar la escuela para ayudar a sus madres a sobrellevar la carga adicional.  

“Las mujeres son las que deben enfrentar y responder a los efectos del cambio climático, pero su papel no se visibiliza ni se entiende”, dice Miriam Jemio, periodista ambiental de Bolivia. “El extractivismo y la crisis climática tienen profundos efectos socioambientales en las poblaciones indígenas, pero las mujeres sufren estos efectos de manera diferente”. Pone el ejemplo de las mujeres indígenas de la Chiquitanía (una región en el este de Bolivia), cuyas responsabilidades tradicionales en el cuidado de sus familias incluyen la recolección del agua. “Cada vez hay menos agua... en la Chiquitanía, hay temporadas en las que las mujeres tienen que viajar a otra comunidad o incluso a una ciudad vecina”. 

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En 2019, cuando las inundaciones arrasaron con la vivienda de Nurun Nahar en una zona remota del distrito de Jamalpur, Bangladesh, tuvo que mudarse con su familia a un refugio.
En 2019, cuando las inundaciones arrasaron con la vivienda de Nurun Nahar en una zona remota del distrito de Jamalpur, Bangladesh, tuvo que mudarse con su familia a un refugio. Foto: ONU Mujeres/Mohammad Rakibul Hasan

El cambio climático “multiplica” las amenazas y empeora la desigualdad de género 

Los efectos del cambio climático intensifican las tensiones sociales, políticas y económicas en entornos frágiles y afectados por conflictos, áreas en las que las mujeres y niñas ya son vulnerables a todas las formas de violencia de género. Por ejemplo, en las economías rurales, una sequía prolongada o una inundación intensa que afecten la agricultura local pueden destruir las fuentes de ingresos y el acceso a alimentos y agua potable. Esto puede ser un detonante en las zonas donde ya hay desestabilización política.   

Según las investigaciones, la inestabilidad y la pobreza que acarrean estos conflictos climáticos conducen a más casos de violencia sexual relacionada con los conflictos, trata de personas y matrimonio infantil. 

Las mujeres y niñas tienen menos probabilidades de sobrevivir a los peligros naturales 

El cambio climático provoca fenómenos meteorológicos más extremos y otras catástrofes naturales. Cuando ocurren desastres, las mujeres tienen más probabilidades de sufrir sus efectos y suelen ser las más perjudicadas debido a las desigualdades de género que han creado disparidades en la información, la circulación, la toma de decisiones y el acceso a los recursos y la formación desde hace tanto tiempo.   

Como consecuencia, las mujeres y niñas tienen mayores dificultades para recibir socorro y asistencia, lo que amenaza aún más sus medios de vida, bienestar y recuperación, además de crear un círculo vicioso de vulnerabilidad ante futuros desastres.  

El cambio climático también repercute en la salud materna y neonatal, en especial cuando los desastres y conflictos limitan el acceso a los servicios y a la atención sanitaria. Las investigaciones indican que el calor extremo aumenta la probabilidad de mortinatos, y el incremento de las temperaturas globales contribuye a la propagación de enfermedades transmitidas por vectores, como la malaria, el dengue y el virus del Zika. 

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El condado de Turkana es una de las zonas más áridas de Kenya. Con la prolongada sequía de 2020 a 2022, la resiliencia de la población se estiró al máximo. Las mujeres no solo tenían dificultades para recolectar una cantidad suficiente de agua, sino que también, ante la escasez de alimentos, comían menos que los hombres.
El condado de Turkana es una de las zonas más áridas de Kenya. Con la prolongada sequía de 2020 a 2022, la resiliencia de la población se estiró al máximo. Las mujeres no solo tenían dificultades para recolectar una cantidad suficiente de agua, sino que también, ante la escasez de alimentos, comían menos que los hombres. Foto: ONU Mujeres/Kennedy Okoth

¿Cómo el cambio climático se relaciona con otras desigualdades para las mujeres y niñas?

Si bien las mujeres y niñas experimentan efectos desproporcionados del cambio climático a escala mundial, estos no son uniformes. Si analizamos el cambio climático desde la perspectiva del feminismo interseccional, y la manera en que las distintas formas de desigualdad a menudo operan juntas y se exacerban entre sí, resulta claro que los riesgos del cambio climático son particularmente graves para las mujeres y niñas indígenas y afrodescendientes, las mujeres de mayor edad, las personas LGBTIQ+, las mujeres y niñas con discapacidad, las mujeres migrantes y aquellas que viven en las zonas rurales, remotas y propensas a los desastres y conflictos.  

“Si eres invisible en la vida diaria, tus necesidades no serán consideradas, ni mucho menos atendidas, en una situación de crisis”, afirma Matcha Phorn-in, feminista y defensora de los derechos humanos lesbiana que trabaja en el empoderamiento de las personas jóvenes LGBTIQ+ y las niñas y mujeres indígenas apátridas y sin tierras de las provincias de Chiang Mai, Mae Hong Son y Tak, en Tailandia.   

“Los programas humanitarios tienden a ser heteronormativos y pueden reforzar la estructura patriarcal de la sociedad si no tienen en cuenta la diversidad sexual y de género”, explica Phorn-in. “Al pugnar por un cambio estructural, defendemos la igualdad de toda índole y trabajamos en favor de ella”. 

¿Empoderar a las mujeres puede ayudar a combatir el cambio climático?

Debido a que las mujeres y niñas, en especial en las comunidades rurales e indígenas, son las más afectadas por los efectos devastadores del cambio climático, también están a la vanguardia de las soluciones.  

Tomemos como ejemplo a las “mujeres concheras” de Tumaco, en Colombia, quienes, generación tras generación, han recolectado de manera sostenible un molusco llamado piangua para alimentarse y también como fuente de ingresos. Cuando reconocieron que la destrucción de los manglares locales estaba acabando con la piangua, se unieron para crear un programa de replantación de los árboles. Los manglares no solo ayudarán a preservar la cosecha y las tradiciones locales, sino que también filtrarán el agua, preservarán las costas y absorberán carbono. 

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Magnolia Ordoñez, de la Asociación Raíces del Manglar, es una “conchera” de la ciudad de Tumaco, en la costa del Pacífico, Colombia.
Magnolia Ordoñez, de la Asociación Raíces del Manglar, es una “conchera” de la ciudad de Tumaco, en la costa del Pacífico, Colombia. Foto: ONU Mujeres/Luis Ponce

“Hemos aprendido la resiliencia de los manglares”, dice Magnolia Ordoñez, una conchera de la Asociación Raíces del Manglar. Agrega que en el proceso aprendieron sobre planificación empresarial, gestión financiera y la importancia de apoyar a otras mujeres. “Este trabajo nos ha dado nuevas esperanzas y ha resaltado nuestro papel en la comunidad”.  

Mientras el mundo reflexiona sobre el 30.º aniversario de la Plataforma de Acción de Beijing, el plan más visionario para la igualdad de género hasta la fecha, es fundamental priorizar los derechos y el liderazgo de las mujeres y niñas en la acción climática. Eso significa aumentar las inversiones y el acceso a empleos verdes, como el trabajo de cuidados, la agricultura sostenible y las energías renovables.  

Hacer frente a la desigualdad de género para TODAS las mujeres y niñas implica comprender mejor los efectos complejos y variados del cambio climático. Cuanto más entendamos estos efectos, más sólidas y sostenibles serán nuestras soluciones climáticas.