Cinco acciones para fomentar la igualdad de género y la sostenibilidad

La desigualdad de género y la crisis climática son dos de los problemas más acuciantes de la actualidad. A medida que comprendemos mejor y establecemos las conexiones fundamentales entre el género, la igualdad social y el cambio climático, es momento de que tomemos medidas encaminadas a encontrar soluciones.

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En Guinea, las mujeres de las zonas rurales constituyen cooperativas donde aprenden a cultivar un árbol rico en vitaminas llamado Moringa, y a limpiar, secar y vender sus hojas.
En Guinea, las mujeres de las zonas rurales constituyen cooperativas donde aprenden a cultivar un árbol rico en vitaminas llamado Moringa, y a limpiar, secar y vender sus hojas. La Moringa —que es utilizado por las sociedades de todo el mundo como planta medicinal o complemento dietético— también contribuye a la biodiversidad y previene la erosión del suelo. Foto: ONU Mujeres/Joe Saade

Desde aumentar la representación de las mujeres en las funciones de liderazgo y la toma de decisiones hasta redistribuir el trabajo de cuidado y los recursos productivos, para avanzar hacia un futuro sostenible y con igualdad de género es necesario tomar medidas hoy.

En el Día Internacional de la Mujer, que se celebra el próximo 8 de marzo, únete a nosotras y nosotros para exigir reformas políticas y sociales que prioricen la igualdad de género y la sostenibilidad en los objetivos de progreso. Para ello, empecemos con las siguientes cinco acciones importantes para impulsar el cambio.

Empoderar a las pequeñas agricultoras

En las últimas décadas, el 55 % de las mejoras en el área de la seguridad alimentaria de los países en desarrollo estuvieron impulsadas por programas que fomentan el empoderamiento de las mujeres. La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura proyecta que si las agricultoras tuvieran un acceso equitativo a los recursos productivos, sus rendimientos agrícolas aumentarían entre un 20 y 30 %. Esto permitiría proporcionar alimentos suficientes para evitar que padezcan hambre unas 100 a 150 millones de personas, con lo que el nivel de hambruna en el mundo bajaría de un 12 a un 17 %.

Aumentar la capacidad productiva de las pequeñas agriculturas (pequeñas productoras que gestionan áreas agrícolas de hasta 10 hectáreas, o apenas 25 acres) también ayuda a promover las prácticas agrícolas sostenibles. El 75 % de los alimentos del mundo provienen sólo de 12 plantas y cinco especies animales, lo que hace que el sistema alimentario mundial sea extremadamente vulnerable a las crisis ambientales, como los patrones climáticos cambiantes y los fenómenos climáticos extremos. Las pequeñas agricultoras, que tienden a depender de cultivos más diversos y resistentes al clima, constituyen una alternativa sostenible a nuestro actual modelo de producción agrícola.

Invertir en el trabajo de cuidados

La economía mundial depende del trabajo de cuidados no remunerado o mal remunerado que realizan, sobre todo, las mujeres. Sin embargo, a pesar de su carácter esencial ––del cual hemos sido testigos como nunca antes durante la pandemia de COVID-19––, este trabajo no es valorado como es debido. Al contrario, el trabajo de cuidados (al igual que el medio ambiente) se considera un producto ilimitado que puede utilizarse sin que esto acarree ningún costo o consecuencia.

En su lugar, los Gobiernos deberían tratar el trabajo de cuidados como un bien común, ampliar su disponibilidad y brindar el apoyo adecuado a quienes lo llevan a cabo. Esto abarca invertir en la ampliación de los servicios de cuidado, así como aumentar el apoyo a las cuidadoras no remuneradas. El sector privado también desempeña un rol en el apoyo al trabajo de cuidados, por ejemplo, a través de la licencia familiar remunerada y las modalidades de trabajo flexible. Invertir en el trabajo de cuidados no se trata sólo de reconocer su importancia, sino también una manera de crear empleo e impulsar el crecimiento económico sin aumentar las emisiones de carbono. El trabajo de cuidados es un sector de la economía inherentemente sostenible: en lugar de consumir recursos, ayuda a mantener y fortalecer las capacidades humanas. Para reducir las emisiones de carbono, deberemos repensar la forma en que producimos y medimos el valor, en otras palabras, deberemos pasar de un modelo económico basado en el agotamiento de los recursos a uno basado en la regeneración. Por ende, invertir en el trabajo de cuidados es un paso crucial hacia esta dirección.

Apoyar el liderazgo de las mujeres

Tanto a nivel nacional como comunitario, el liderazgo y la representación de las mujeres parecen lograr mejores resultados ambientales. Los países con un mayor porcentaje de mujeres en el Parlamento tienden a adoptar políticas de cambio climático más rigurosas, lo que da como resultado la disminución de las emisiones de carbono. En el plano local, la participación de las mujeres en la gestión de los recursos naturales permite realizar una gobernanza más equitativa e inclusiva de los recursos, así como obtener mejores resultados de conservación. Además, cuando los programas climáticos de las comunidades incluyen plenamente a las mujeres, tienden a hacer un uso más eficiente y eficaz de los recursos.

En general, las mujeres suelen tener más en cuenta a sus familias y comunidades en los procesos de toma de decisiones, lo que es crucial para crear las soluciones integrales que contribuyen a la adopción de medidas climáticas efectivas. Las mujeres indígenas, en particular, poseen conocimientos únicos sobre la agricultura, la conservación y la gestión de los recursos naturales, por lo tanto, son voces indispensables en cualquier proceso de toma de decisiones. 

Financiar las organizaciones de mujeres

Las organizaciones sólidas de la sociedad civil son un sector importante para contrarrestar el poder de los actores empresariales y estatales. Aportan la opinión de quienes mejor comprenden sus experiencias y necesidades en los procesos de toma de decisiones y ayudan a que los Gobiernos rindan cuentas a las personas que deben representar: ambos aspectos son fundamentales para las medidas climáticas que priorizan el bienestar de los pueblos y el planeta.

La colaboración del Gobierno con las organizaciones de mujeres puede ayudar a garantizar que las políticas climáticas satisfagan las necesidades específicas de las mujeres y las niñas, y que su aplicación sea eficaz. En las comunidades vulnerables, las organizaciones de mujeres, a menudo, actúan como una red de seguridad informal, cerrando las brechas en los servicios públicos y ayudando a brindar apoyo de emergencia. Empoderar a dichas redes comunitarias es una forma crucial de crear resiliencia ante el clima a nivel local.

Proteger la salud de las mujeres

De acuerdo con las investigaciones, las mujeres sufrirán los efectos negativos en la salud del cambio climático. En general, las mujeres son más propensas a morir como consecuencia de los desastres, debido en parte a su acceso limitado a los recursos y servicios. Las investigaciones también revelan que el cambio climático tendrá efectos negativos en la salud sexual y reproductiva: el aumento de las temperaturas está ocasionando la propagación de enfermedades, como la malaria, el dengue y el virus de Zika, que están relacionadas con resultados negativos en el embarazo y el nacimiento. Además, las temperaturas extremas en sí mismas parecen incrementar la incidencia de la mortinatalidad. Como ocurre con otras crisis y desastres, el cambio climático también conduce a más violencia de género.

A su vez, los desastres climáticos suelen provocar que se desvíen los recursos destinados a los servicios sanitarios de las mujeres y los servicios para apoyar a las sobrevivientes de la violencia de género. Como consecuencia del agravamiento del cambio climático, es fundamental que estos servicios se fortalezcan y se amplíen para mantener a las mujeres sanas y seguras.