Las mujeres, la guerra y la paz

Fecha:

Discurso pronunciado por la Directora Ejecutiva de ONU Mujeres, Michelle Bachelet, en la Conferencia sobre Políticas Phyllis Kossoff celebrada en la Casa Roosevelt de Hunter College, Nueva York, el 3 de marzo de 2011.

[Cotejar con el texto pronunciado.]

Muchas gracias, Presidenta Raab, por su calurosa bienvenida. Es para mí un honor haber sido invitada por Hunter College para dar la Conferencia Phyllis Kossoff de 2011.

Es además un placer especial pronunciarla aquí, casa de una de las grandes defensoras de los derechos humanos del siglo XX, una de las líderes que contribuyó a establecer la Declaración Universal de Derechos Humanos. El trabajo de Eleanor Roosevelt echó las bases de la ley internacional en materia de derechos humanos que declara la igualdad de todas las personas, independientemente de su raza, religión o sexo.

“Las mujeres, la guerra y la paz, que es el tema de mi alocución hoy, fue uno de los temas sobre los que Eleanor Roosevelt tenía firmes convicciones. En el transcurso de la primera Asamblea General de la ONU en 1946, la Sra. Roosevelt insistió con ardor que las mujeres tenían que aspirar, y ser otorgadas, la oportunidad de “participar en el trabajo de paz y reconstrucción, del mismo modo que participaban en la guerra y la resistencia. Su llamamiento, como se imaginan, no fue oído inmediatamente. De hecho llevó casi medio siglo al Consejo de Seguridad plasmar la visión de la Sra. Roosevelt en una ley internacional.

En el año 2000, el Consejo de Seguridad adoptó por unanimidad la resolución 1325, decisión histórica que, primeramente, reconoció que la experiencia de las mujeres en lo que se refiere a la guerra era diferente de la de los hombres y, en segundo lugar, que las mujeres de un país eran un recurso sin aprovechar a la hora de consolidar la paz.

La resolución 1325 instaba a todos los actores, nacionales e internacionales, a hacer participar plenamente a las mujeres en la prevención, resolución y recuperación de un conflicto, y a garantizar que todos los esfuerzos en aras de la consolidación de la paz fuesen consistentes con los principios de la igualdad de género. La resolución 1325 articuló entonces, en materia de seguridad, precisamente los dos objetivos que ONU Mujeres, que tan sólo tiene dos meses de existencia, persigue: empoderar a las mujeres y promover la igualdad de género. (Esto se refleja en nuestro nombre oficial, demasiado largo para ser recordado con facilidad, así que se los recordaré yo: Entidad de las Naciones Unidas para la Igualdad de Género y el Empoderamiento de las Mujeres.)

En calidad de primera directora de ONU Mujeres, tengo la intención de acelerar los esfuerzos colectivos para promover la autonomía de las mujeres en la transición de la guerra a la paz. ONU Mujeres tratará de influenciar la toma de decisiones al nivel más alto de ese proceso en la ONU, gracias a una organización cuyo único mandato es facilitar que las mujeres gocen de sus derechos humanos.

Además, ONU Mujeres trabajará sobre el terreno, donde viven las mujeres. Así:

  • trabajaremos con los gobiernos para que las instituciones públicas sean más accesibles, sensibles y responsables con las mujeres;
  • apoyaremos la participación económica de las mujeres a través de iniciativas que atiendan las barreras formales e informales a un acceso más amplio a los mercados;
  • y aconsejaremos sobre cómo hacer que las leyes nacionales sean más consistentes con las obligaciones internacionales relativas a los derechos de las mujeres.

Señoras y señores:

Hoy les quiero hablar de cómo ONU Mujeres desempeñará esas funciones, trabajando conjuntamente con todos nuestros socios en materia de consolidación de la paz — nacionales e internacionales, públicos y privados, mujeres y hombres.

Mi instinto me dice que hay que mirar al futuro, pero antes de hacerlo, hay que ver dónde nos encontramos. Tenemos que preguntarnos: Pasada una década de la adopción de la resolución 1325, ¿cómo se ha dado respuesta a su llamamiento de incluir a las mujeres en el trabajo en pro de la paz?

Debo decir que la respuesta de la comunidad internacional ha sido, en el mejor de los casos, “contradictoria. Por un lado, las secciones de la resolución que trata sobre las mujeres en tanto que víctimas del conflicto — especialmente víctimas de una violencia sexual sistemática y generalizada — han sido bastante ampliadas en los últimos años. Una serie de resoluciones adicionales adoptadas desde mediados de 2008 — las Resoluciones 1820, 1888 y 1960 — han sido innovadoras:

  • en primera instancia, afirmando que no puede haber impunidad para los que ordenan, aprueban o cometen esos crímenes y,
  • en segundo lugar, comprometiendo a la comunidad internacional a prevenir y dar respuesta a la violencia sexual perpetrada durante y después de un conflicto.

La ONU ha comenzado un largo camino, el de pasar de dedicar una atención exclusiva a la reacción humanitaria — es decir, responder a las necesidades de las mujeres en tanto que víctimas — a dar una respuesta de protección. Ello presupone reconocer la necesidad de adoptar medidas de seguridad específicas para prevenir crímenes masivos atroces en contra de las mujeres. El progreso en este sentido se aceleró después del nombramiento, el año pasado, de una Representante Especial del Secretario General en materia de Violencia Sexual en los Conflictos, la Sra. Margot Wallstrom, con quien trabajo estrechamente en este elemento de la labor de ONU Mujeres.

Un ejemplo de nuestra colaboración con la Sra. Wallstrom es el compromiso asumido con el Departamento de Operaciones de Mantenimiento de la Paz para crear materiales de formación basados sobre los hechos y dirigidos a los responsables del mantenimiento de la paz, relativos a cómo proteger a las mujeres de los altos niveles de violencia sexual en los conflictos. Esta formación previa al despliegue de las fuerzas de mantenimiento de la paz pretende conseguir una preparación táctica en casos de conflicto. Ayudará a establecer los sistemas de inteligencia para generar alertas fiables de amenazas a la seguridad de las mujeres, y alentará a los responsables del mantenimiento de la paz a emplear todas las acciones a su alcance para defender las comunidades amenazadas de violencia sexual. Es un ejemplo clarísimo del cambio en la visión relativa a la protección de los civiles que se requiere cuando se reconoce que la violencia sexual es una táctica de guerra.

Un indicador de una mayor presteza a la hora de proteger a las mujeres es la reciente condena de nueve soldados gubernamentales, incluyendo al Teniente Coronel al mando, de violaciones en masa cometidas el día de Año Nuevo de este año en Fizi, región del Este del Congo.

Éstos son logros importantes. ONU Mujeres se apoyará en ellos, aunque sólo cuentan parte de la historia. Si pensamos no en las secciones que se centran en las víctimas de la resolución 1325, sino en las disposiciones que enfatizan la función de las mujeres como agentes y líderes en la resolución de conflictos y la consolidación a largo plazo de la paz, tenemos un panorama muy distinto.

Francamente, cuando se trata de promover la participación de las mujeres en la paz y la seguridad, la comunidad internacional no ha tenido una buena actuación. Hay demasiadas puertas que han permanecido cerradas. Recientemente los principales actores institucionales admitieron su fracaso. Sin embargo, seguimos sin tener iniciativas que puedan llegar a marcar un cambio importante en el alcance y el impacto de la presencia de las mujeres en los procesos de paz y de recuperación.

La realidad es que el “trabajo de la paz, según lo llamara Eleanor Roosevelt, lo siguen haciendo, en su gran mayoría, los hombres. ONU Mujeres estudió 24 procesos de paz desde mediados de la década de 1990 y vio que las mujeres alcanzaron menos del 8 por ciento de los miembros de las delegaciones de negociación representando a las partes de un conflicto. Lo mismo es cierto si analizamos qué tipos de expertos son enviados a las conversaciones de paz. Raramente los equipos de apoyo a la mediación incluyen especialistas en cómo establecer un acuerdo de paz que respete los derechos de las mujeres y garantice la participación de las mujeres en las instancias responsables de la toma de decisiones que velan por la transición a un nuevo orden político. No olvidemos, además, que hasta el día de hoy no se ha nombrado a ninguna mujer como mediadora principal de un proceso de paz gestionado por la ONU.

Es difícil creer que la falta de la presencia de las mujeres en los niveles más altos de la mediación no apunta, por lo menos en parte, a la casi invisibilidad de los asuntos relativos al género en los acuerdos de paz. Un estudio de 585 acuerdos de paz de entre 1990 y 2010 indicó que sólo el 16 por ciento hablaba siquiera de las mujeres.

Sólo el 3 por ciento de los acuerdos de paz incluyen una referencia a la violencia sexual o de género. En sólo seis acuerdos de cese el fuego de todos los tiempos se ha identificado a la violencia sexual como una violación del cese el fuego. En dos casos importantes — en Nepal y en las montañas Nuba de Sudán — el resultado fue la elaboración de mejores protocolos de seguimiento, dispositivos relativos al personal y, en última instancia, seguridad para las mujeres. Sin embargo, esas innovaciones no se han vuelto una práctica estándar, lo que es un fracaso institucional al más alto nivel.

A estas deficiencias en lo relativo al mantenimiento y la consolidación de la paz se puede sumar una letanía de promesas no cumplidas referentes a la inclusión de las mujeres en la consolidación de la paz. Permítaseme citar sólo dos ejemplos:

  • En la recuperación económica después de un conflicto encontramos que los programas de creación de empleo destinan las oportunidades laborales, de manera desproporcionada, a los hombres. Las mujeres han sido tan solo el 8 por ciento de esos trabajadores en algunos países en post conflicto, y ello a pesar de las directivas de la ONU alentando la paridad de género en los programas de empleo, lo que puede dar a las mujeres un ingreso independiente, por lo menos temporalmente, y así lograr un espíritu empresarial social, político o económico. Sin embargo, pocos esfuerzos reales han sido destinados a cambiar los programas de creación de empleo para que beneficien a las mujeres.
  • El enfoque de la comunidad internacional de una representación política en las situaciones de post conflicto ha sido igualmente decepcionante. Hemos dedicado un apoyo inconsistente a las autoridades nacionales en lo relativo a cómo los sistemas de cuotas pueden aumentar la cantidad de mujeres en las instancias políticas. Esto ha sido así a pesar de los indicios claros de que, particularmente después de una guerra, las cuotas electorales especialmente adaptadas a las circunstancias nacionales son, de lejos, el modo más rápido de hacer que la representación parlamentaria de las mujeres alcance la “masa crítica del 30 por ciento, que es la meta establecida por la Plataforma de Acción de Beijing de 1995. Nuestros estudios en materia de representación parlamentaria después de un conflicto indicaron que, en los sistemas basados en las cuotas, 34 por ciento de las representantes electas fueron mujeres, mientras que en los países sin cuotas electorales, las mujeres representaron sólo el 12 por ciento de los parlamentarios. A pesar de una mayor conciencia de la importancia de las cuotas, el ritmo de la acción internacional ha sido glacial.

Se puede decir aún más sobre las oportunidades perdidas en lo referente a la inclusión de las mujeres en el trabajo en pro de la paz, pero en vez de mirar hacia atrás, centrémonos en el futuro. Lo que yo veo en el horizonte son muchas oportunidades de empoderamiento de la mujer que están esperando ser aprovechadas. Detrás de esas oportunidades está el nuevo consenso internacional obtenido por el Secretario General sobre los temas relativos a las mujeres, la guerra y la paz.

El Secretario General ha nombrado una cantidad sin precedentes de mujeres a puestos superiores en materia de paz y de seguridad, tanto en la Sede como sobre el terreno, y la cantidad de mujeres nombradas Representantes Especiales del Secretario General a la cabeza de complejas operaciones de paz sigue creciendo. En ningún lado se ve más este compromiso del Secretario General que en su Informe de 2010 sobre la Participación de las mujeres en la consolidación de la paz, al que la Presidenta Raab hiciera alusión.

El informe incluye un completo Plan de Acción para una consolidación de la paz sensible a los asuntos de género, que todo el sistema de la ONU se comprometió a apoyar. Este Plan de acción consiste en compromisos claros asumidos por el Secretario General en nombre de las Naciones Unidas. No los voy a citar todos en detalle, simplemente decir que ellos incluyen:

  • asignación de responsabilidades dentro del sistema de las Naciones Unidas para garantizar que las mujeres tengan acceso a las conversaciones de paz, a los procesos de planificación post conflicto y a las reuniones de donantes;
  • un requisito de que por lo menos el 15 por ciento de los gastos de la ONU en las situaciones de conflicto y de post conflicto esté destinado a inversiones en materia de empoderamiento de la mujer y de la igualdad entre los géneros; si esto parece poco, tengamos en consideración que las asignaciones actuales en este sentido son alrededor del 5 por ciento de los gastos después de un conflicto;
  • mecanismos para facilitar conocimientos en materia de género a las conversaciones de paz y las iniciativas de consolidación de un Estado después de un conflicto, ya sean para apoyar las elecciones, redactar la constitución o hacer reformas en las funciones públicas;
  • y cambios institucionales para hacer avanzar la autonomía de las mujeres a través de la recuperación económica y de intervenciones de estado de derecho.

Este Plan de Acción fue presentado al Consejo de Seguridad a fines del año pasado, justo antes de que asumiera mi puesto en ONU Mujeres. Me ha permitido, desde mis primeros días en Nueva York, centrarme en encontrar modos de hacer avanzar su implementación y obtener logros para las mujeres que atraviesan una guerra o que se encuentran en el período después de ella.

En el centro del trabajo de ONU Mujeres en este campo estará nuestra reciente alianza con la Oficina de Apoyo a la Consolidación de la Paz que ha guiado al Plan de Acción en el proceso de lograr el acuerdo de todo el sistema de la ONU. Quiero mencionar el liderazgo de que hizo gala en este proceso la Subsecretaria General para Apoyar la Consolidación de la Paz, Judy Cheng-Hopkins. La Comisión de Consolidación de la Paz, que es una entidad intergubernamental de la cual la Oficina de Apoyo a la Consolidación de la Paz es la secretaría, ha aumentado últimamente la cantidad de países en situaciones de post conflicto en los que trabaja, agregando Liberia y Guinea en los quinto y sexto puestos de la lista.

Hay muchos países donde hay importantes lecciones que aprender en lo relativo al liderazgo de las mujeres en la paz. Son demasiadas las naciones donde, a pesar de que las mujeres son instrumentales a la hora de respaldar los procesos de paz, se les pide que esperen cuando se trata de atender sus inquietudes más urgentes, que incluyen la justicia y las reparaciones por crímenes de guerra contra las mujeres. También incluyen medidas especiales para garantizar que las mujeres puedan participar en los gobiernos públicos, y la demanda de derechos a la tierra y a la propiedad. A menudo se dice a las mujeres que ésas con inquietudes especiales que serán tomadas en cuenta después que se haya alcanzado la estabilidad. Sin embargo, las demoras tienen consecuencias para la paz.

Guinea es un caso interesante. A fines de 2009, hubo una crisis política en el país que amenazó claramente la paz. La comunidad internacional reaccionó con una velocidad inusitada cuando se denunciaron serios abusos de los derechos humanos. Más de 100 mujeres habían supuestamente sido violadas por militares en una manifestación de opositores que dejó además más de cien muertos en un estadio de Conakry. Vídeos muy claros tomados con teléfonos móviles circularon libremente por internet, dando veracidad a los cargos. El Secretario General constituyó y envió rápidamente una Comisión Internacional de Investigación, con el mandato de investigar las denuncias de violencia sexual, lo que envió un mensaje a todos los involucrados de que los derechos de las mujeres estarían desde un principio en el corazón del compromiso de la comunidad internacional con Guinea. Ello, a su vez, creó oportunidades para que los grupos de mujeres exigiesen ser incluidos en las discusiones políticas que darían forma al proceso de transición subsiguiente.

Las mujeres de Guinea todavía se enfrentan a serias dificultades, pero la reacción de la comunidad internacional en el caso de Guinea es un ejemplo de cómo un compromiso temprano en materia de asuntos de género puede arrojar beneficios más tarde, especialmente en lo relativo a la seguridad en sí mismas de las mujeres, que es esencial para mejorar su situación económica, su seguridad física y su condición jurídica.

Tenemos que interiorizar esta lección de un compromiso temprano. Como es el caso en Guinea y en otros países como Burundi, Guatemala y muchos otros, nunca es demasiado temprano para incluir a las mujeres, nunca es demasiado temprano para oír lo que tienen que decir. No nos podemos permitir demorar su inclusión. Para aquéllos que dicen que debemos esperar, quiero recordar lo que dijo otro gran defensor americano de los derechos humanos, el Reverendo Martin Luther King: “Siempre es el momento oportuno de hacer lo correcto. Sí, siempre es el momento oportuno de luchar por los derechos de las mujeres.

Señoras y señores:

Si ONU Mujeres quiere hacer una contribución positiva a los esfuerzos de las mujeres en pro de la resolución de conflictos o de la consolidación a largo plazo de la paz en los países, hay que hacer aún más. Hay tres prioridades urgentes para ampliar el liderazgo de las mujeres en materia de paz.

Primeramente, debemos tener una presencia sobre el terreno y estar listos para responder rápidamente a los pedidos de ayuda de parte de las mujeres que se organizan para exigir sus derechos. Entre mis prioridades más urgentes está el fortalecimiento de la dimensión sobre el terreno de nuestro trabajo. ONU Mujeres no tendrá una presencia en todos los países, aunque la desigualdad entre los géneros exista, de una manera o de otra, en todos ellos.

En los meses venideros daré prioridad a aumentar nuestra participación sobre el terreno en los países y regiones que más requieren de nuestra ayuda, incluyendo los que se ven afectados por un conflicto. En algunos lugares, las asociaciones de mujeres se han visto seriamente quebrantadas, y en otros han perdido su capacidad de funcionar, lo que a su vez ha hecho que se oigan menos las voces de las mujeres. Un objetivo fundamental de aumentar la presencia de ONU Mujeres sobre el terreno en esas circunstancias será el de establecer la voz política y la capacidad institucional de las organizaciones autónomas de mujeres.

En segundo lugar, la acción concreta que emprenderá ONU Mujeres para garantizar la mayor participación de las mujeres en las crisis y los conflictos será la de establecer un grupo de expertos capaces de apoyar la participación institucional de las mujeres.

En respuesta a una solicitud del Consejo de Seguridad, la ONU ya está creando un equipo de despliegue rápido de expertos judiciales para apoyar los esfuerzos nacionales por combatir la impunidad en lo que atañe a la violencia sexual en las situaciones de conflicto. Esto es un ejemplo de lo que he dicho anteriormente sobre las capacidades recientemente mejoradas de la ONU de velar por la protección de las mujeres. Sin embargo, esto debe ir acompañado de una iniciativa similar centrada en apoyar la participación de las mujeres en el establecimiento de los planes públicos y de la toma de decisiones. La unidad internacional de respuesta que propongo consistirá en expertos a quienes se pueda requerir que actúen rápidamente con las mujeres locales para facilitar su participación en todos y cada uno de los procesos oficiales.

Los departamentos y organismos de la ONU están trabajando para cumplir con los compromisos relativos a la participación de las mujeres estipulados en el Plan de Acción del Secretario General en materia de consolidación de la paz sensible al género. Los grupos interdisciplinarios de despliegue rápido pueden ayudar a colmar la brecha entre las mujeres de las comunidades y los procesos oficiales; pueden igualmente ayudar a las asociaciones de mujeres a organizarse de modo de que hagan sentir sus voces y que mantengan una participación sustancial. Esa unidad internacional de respuesta multiplicará las fuerzas de los movimientos de mujeres que se han visto diezmados por los conflictos y la inestabilidad.

Quiero que quede claro que de lo que estamos hablando no es sólo de un apoyo a la participación de las mujeres en la mediación y la resolución de conflictos, sino de una participación directa y continua de las mujeres y de especialistas en igualdad de género en todas las instituciones de transición. Esto creará estructuras duraderas de consulta que se pueden mantener en el tiempo, así como capacidades jurídicas y técnicas. Estamos trabajando conjuntamente con el Departamento de Asuntos Políticos y con otras entidades de la ONU para que esto sea así, incluyendo un aumento de la cantidad de mujeres mediadoras.

Finalmente, los movimientos de mujeres en pro de la paz y de los derechos humanos necesitan de nuestro apoyo y respaldo, especialmente con el fin de crear una capacidad organizacional, sobre todo en ocasiones en que el conflicto o la crisis siguen vigente.

Algunas veces las crisis y los conflictos ponen a las mujeres en situaciones nuevas y no convencionales en tanto que líderes de la paz, y de los movimientos de liberación y de democracia, como se ha visto tan claramente recientemente en el mundo árabe. Sin embargo, a pesar de la participación fenomenal e incluso heroica de las mujeres en los procesos de paz y en las luchas por la democracia, esto se puede disipar rápidamente cuando los grupos de mujeres vuelven a hacerse cargo de las tareas domésticas que habían quedado relegadas.

Esto es lo que pasó en el proceso de liberalización política de mi propio país. Las mujeres iniciaron y dirigieron la lucha por la democracia. Sin embargo, en el período de transición, las líderes y las inquietudes de las mujeres quedaron relegadas. Llevó mucho tiempo para que alguna de nosotras escalase las jerarquías de los partidos dominados por los hombres.

Las instituciones internacionales de seguridad deben aumentar enormemente su compromiso con las mujeres en el ámbito comunitario y, para ello, tenemos que encontrar modos de financiar y apoyar el desarrollo organizacional de las mujeres en Estados frágiles, mucho antes de que terminen los conflictos. Los donantes tienen a menudo dificultad a la hora de respaldar los grupos de mujeres porque los costos de transacción son muy altos. Los grupos de mujeres muchas veces necesitan de mucha ayuda únicamente en el establecimiento organizacional — por ejemplo con los costos de establecer sistemas de contabilidad y de información. En el contexto de un conflicto, los problemas se complican con las amenazas a la seguridad de las activistas y a los enormes desafíos de hacer frente a los elementos inherentes a la crisis.

¿Cómo podemos entonces esperar que las mujeres estén listas para aprovechar las oportunidades de participar de las conversaciones de paz, de la reforma constitucional, de las transiciones democráticas, si no están organizadas? ¿Cómo pueden las mujeres representar, de forma realista, a otras mujeres sin pasar por un proceso de captación de adeptos, sin debatir los intereses de las mujeres en tanto que grupo y sin encontrar maneras eficaces de representación? Esto no se consigue de un día para el otro.

ONU Mujeres ha apoyado financieramente a las mujeres en situaciones difíciles gracias a un modelo que funciona bien en Afganistán y en Haití. Estos fondos financian pequeños préstamos a los grupos de mujeres que luchan contra la violencia de género. Una característica esencial de este modelo es su énfasis en financiar los costos básicos de operación de las asociaciones de mujeres, incluyendo la creación de capacidades para llevar la contabilidad, la documentación y captar a seguidores. ONU Mujeres actualizará este modelo para que pueda potencialmente ser usado en otros casos donde sea necesario.

El financiar el fortalecimiento organizacional de las asociaciones de mujeres es una inversión segura en una paz inclusiva. Por esta razón, he incluido el financiamiento de las organizaciones de mujeres como un indicador fundamental del progreso de la agenda relativa a las mujeres, la paz y la seguridad. Éste es uno de los casi 30 indicadores que se utilizarán para crear la responsabilidad a la hora de cumplir con los compromisos internacionales de protección y participación de las mujeres en la resolución de los conflictos.

He mencionado algunas iniciativas esenciales que estamos tomando para garantizar que las mujeres lideren y transformen la resolución de conflictos y la recuperación. Un ejemplo de cómo esas iniciativas pueden generar un enfoque diferente de los derechos de las mujeres se puede encontrar en el caso de la justicia de transición. Las víctimas y las supervivientes de los abusos graves de los derechos humanos cometidos durante o después de un conflicto en teoría tienen el derecho a obtener compensación o reparaciones. En la práctica, los esfuerzos por dar reparaciones han sido desparejos y mal financiados. También han tenido tendencia a marginalizar a las mujeres, lo que en parte refleja la parcialidad jurídica existente, incluyendo las leyes de propiedad y de herencia que discriminan a las mujeres.

Parte del problema es que, incluso en los casos en que las mujeres tienen acceso a las conversaciones de paz, los defensores de la igualdad entre los géneros se ven excluidos de los procesos generalmente opacos de creación y operación de las instituciones de la justicia de transición. ¿Hay que asombrarse, entonces, de que esas instituciones no dispongan de las estipulaciones jurídicas y de los acuerdos de gobernanza que permitan tener un enfoque más sensible a los asuntos de género a la hora de reparar los daños de que han sido víctimas las mujeres durante el conflicto?

Las iniciativas que he discutido hoy aquí darán apoyo técnico a la hora de traducir las inquietudes de las mujeres en reformas institucionales duraderas de modo de fortalecer los derechos de las mujeres y mantener su participación. El hincapié que se hace sobre las reparaciones no se debe a que las vidas de las mujeres puedan ser reparadas sólo con procesos legales. De hecho, soy reacia a poner el acento sobre el papel de víctimas de las mujeres.

Sin embargo, las reparaciones, paradójicamente, también implican empoderamiento. Sean ellas simbólicas o materiales, dirigidas a las comunidades o a las personas, las reparaciones pueden permitir a las mujeres presentar quejas al Estado. Las reparaciones también pueden involucrar un reconocimiento público de los abusos cometidos contra las mujeres de un país. Si están bien pensados, los programas de reparaciones pueden romper el silencio que aprisiona a tantas supervivientes de la violencia sexual.

Permítaseme citar a una superviviente extraordinaria de múltiples violaciones por pandillas de grupos armados durante varios años en el Este del Congo — una mujer que actualmente dirige un refugio para supervivientes de violación. En una audiencia organizada por la Oficina del Alto Comisionado para los Derechos Humanos el año pasado en el Congo, declaró ante sus conciudadanos: “¿Cuál es la reparación que quiero? No quiero dinero. Lo único que quiero es que todos ustedes no consideren este asunto como MI problema, sino como SU problema.

En otras palabras, un enfoque sensible a los asuntos de género de las reparaciones puede demostrar que la seguridad de las mujeres y su goce equitativo de los derechos son esenciales para lograr un enfoque inclusivo de la reconstrucción nacional. Pero, como otros ejemplos que he mencionado ya hoy, la atención que se dé a los derechos de las mujeres no puede ser una ocurrencia tardía si queremos obtener resultados positivos.

Señoras y señores:

Antes de terminar, no puedo dejar de plantear la pregunta de cómo Eleanor Roosevelt hubiese visto la creación de ONU Mujeres. Supongo que no le hubiese gustado, por lo menos no ahora, no en 2011, no tan tarde. Sin duda a la Sra. Roosevelt le habría sorprendido que seis décadas y media después de que se hubiese declarado universalmente la igualdad de todas las personas, se hubiese estimado necesario crear una agencia especializada para oficiar de tribuna para la mitad de la población del mundo.

La Comisión de la Condición Jurídica y Social de la Mujer, que mañana clausura su 55ª sesión anual, fue el tipo de entidad creadora de normas que preconizaba la Sra. Roosevelt, aunque incluso ella hubiese preferido que esa instancia tan distinguida hubiese quedado redundante antes de ahora. Como era de conocimiento de la Sra. Roosevelt, alcanzar una igualdad formal no es lo mismo que gozar de una igualdad considerable, del mismo modo que el reconocimiento oficial de los derechos de alguien no equivale a que los pueda ejercer, y mucho menos a que se logre alcanzar el cambio social.

En 1934, la Sra. Roosevelt dijo: “Han pasado catorce años [desde que las mujeres obtuvieron el derecho al voto] y las personas se preguntan ¿qué han hecho las mujeres con el voto? A menudo me pregunto por qué no se plantea esa misma pregunta a los hombres… [Sin embargo] me doy cuenta de que es un gran halago para las mujeres el hecho de que, evidentemente, se esperaba de que ellas fuesen las que forzasen un cambio evidente en las condiciones políticas…, agregó la Sra. Roosevelt.

De hecho, son ciertamente las mujeres que, en última instancia y trabajando junto a los hombres, serán las responsables del cambio en su propia condición política. Encontrarán en ONU Mujeres un socio inquebrantable y comprometido.

Muchas gracias.