Democracia e igualdad de género

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Michelle Bachelet, Directora Ejecutiva de ONU Mujeres, destaca la importancia de la participación de las mujeres en las democracias.
Michelle Bachelet, Directora Ejecutiva de ONU Mujeres, se une a otros altos funcionarios de la ONU en el transcurso de una mesa redonda de alto nivel sobre Democracia e Igualdad de Género, para destacar la importancia de la participación de las mujeres en las democracias. (Foto: ONU/Eskinder Debebe.)

Discurso pronunciado por la Sra. Michelle Bachelet, Secretaria General Adjunta y Directora Ejecutiva de ONU Mujeres, en la Mesa redonda sobre Democracia e Igualdad de Género, Sede de la ONU, Nueva York, 4 de mayo de 2011.

[Cotejar con el texto pronunciado.]

Señoras y señores:

Este año marcará el comienzo de la “cuarta ola de democracia. Como ya se ha visto con los eventos dramáticos de la “primavera árabe, las mujeres se han implicado activamente en la nueva ola de demandas para obtener libertades políticas y dignidad. En las calles de Túnez y de El Cairo y, más recientemente, de Sanaa, no ha sido difícil ver a las mujeres de todos los niveles sociales que se han unido al grupo de manifestantes en las calles para hacer oír sus voces en pro de la democracia y de la ciudadanía. Como resultado, algunas mujeres ya están viendo algunos logros.

En abril de este año, los reformadores políticos de Túnez consiguieron lo que hubiese sido impensable hace sólo unos meses: un proyecto de ley electoral llamando a una paridad plena en la representación política de la nueva democracia tunecina. La ley propone que, en el transcurso de las próximas elecciones parlamentarias, las listas de candidatos alternen los nombres de las mujeres con los de los hombres.

Estos eventos nos recuerdan cuánto ha cambiado la democracia desde los comienzos. Una vez fue considerada el dominio sólo de las élites de hombres terratenientes, pero ahora es imposible pensar en la democracia como en otra cosa que no sea una ciudadanía política plena y equitativa para todos. Por supuesto, esto debe de estar guiado por el liderazgo y el compromiso en los niveles más altos para garantizar la participación plena y equitativa de las mujeres en los procesos democráticos.

Esta mañana me centraré en lo que hemos aprendido de la participación de las mujeres en la toma democrática de decisiones, es decir, tres elementos fundamentales que deben inspirar la asistencia a la democracia.

En primer lugar, tenemos que atender los obstáculos que encuentran las mujeres a la hora de participar en el proceso electoral y su habilidad para ejercer una verdadera alternativa en las elecciones. En segundo lugar, debemos tomar en cuenta si los espacios son creados para que las mujeres articulen las preferencias sobre las políticas o expresen su voz. En tercer lugar, las instituciones democráticas públicas deben rendir cuentas a las mujeres.

Permítanme comenzar con el tema de las alternativas. Con el paso del tiempo, la democracia, en tanto que sistema político, ha creado mecanismos de integración de los grupos marginados como las cuotas o las disposiciones regionales para amplificar las inquietudes de los grupos que se ven privados del derecho al voto político. Las mujeres son, a menudo, mayoría en las poblaciones y sin embargo se enfrentan a una serie de dificultades para ejercer una participación efectiva incluso en los ejercicios democráticos más básicos como votar o presentarse a cargos políticos. Es irónico que, incluso en 2011, no tenemos informaciones fieles sobre la cantidad de mujeres por comparación a la cantidad de hombres que se inscriben para votar en muchos países, o sobre quién de hecho ejerce el voto. Tenemos aún menos información sobre el grado en el que la elección de las mujeres se ve coaccionada por la familia o entorpecida por problemas prácticos como la falta de movilidad o violencia durante las elecciones.

Las consecuencias de los obstáculos para participar son bien conocidas. Las mujeres componen menos del 20% de los legisladores y menos del 5% de los ministros. Las mujeres se han visto consistentemente constreñidas por roles de género tradicionales al ejercer sus derechos políticos incluso en las democracias más acendradas.

La segunda obligación se refiere a hacer oír su voz. La participación pública eficaz depende de poder articular los intereses y formar adeptos para hacer avanzar esos intereses. Nos tenemos que preguntar si dedicamos suficientes recursos a las organizaciones de mujeres de la sociedad civil, de modo de que las mujeres pueden proseguir sus intereses. ¿Reflejan y responden los partidos políticos a las inquietudes de las mujeres? Debemos recordar que las democracias pueden producir mayorías que, en la realidad y en nombre del proceso democrático, pueden imponer restricciones sobre los derechos de las mujeres. Esto puede pasar cuando no hay suficiente diversidad ni voz para las mujeres en la política.

Si las estructuras de los partidos políticos y del gobierno no toman en consideración las necesidades y prioridades de las mujeres, y los medios de comunicación y las prácticas tradicionales y culturales minimizan consistentemente el valor de las mujeres en la vida política, las democracias no podrán beneficiar a las mujeres. Lo que es más: la calidad de la democracia misma se verá debilitada. Susan B Anthony, famosa defensora del derecho al voto de la mujer, dijo que “Nunca habrá una igualdad plena hasta que las propias mujeres ayuden a hacer las leyes y a elegir a los que las hacen.

Finalmente, nos tenemos que preguntar si las instituciones democráticas dan respuestas a las mujeres. La verdadera democracia es más que sólo participación; son mecanismos de equilibrios de poder e instituciones responsables que permitan a las mujeres buscar reparaciones cuando sus derechos son abusados y sus necesidades son ignoradas.

El proceso de supervisión judiciaria y parlamentaria y las instituciones de auditorías públicas necesitan garantizar que sus procedimientos y normas estén pensados para monitorear las violaciones a los derechos de las mujeres y para permitir que las mujeres pidan investigaciones y evaluaciones. Si dichas instituciones no existen y funcionan, se manda el mensaje a las mujeres de que sus derechos de ciudadanas son peores que los de los hombres, y que sus derechos a la seguridad, la remuneración justa o la propiedad están subordinados a los derechos de los hombres. Si las mujeres no pueden hacer que el gobierno se responsabilice de promover la igualdad de género, la ciudadanía de las mujeres se apoya sobre cimientos frágiles.

Muchos de ustedes recordarán el slogan de los años 70 “lo personal es político que reflejaba el hecho de que la desigualdad en la esfera privada socava la igualdad en la esfera pública. Las leyes e instituciones públicas pueden reforzar esas desigualdades en lo privado, y ello puede impedir a las instituciones de dar una verdadera respuesta a las mujeres. Hay otro slogan de las mujeres originado en mi país durante la transición a la democracia: “la democracia en casa y en el estado. La lógica es la misma: un estado democrático tiene que ser responsable por los abusos cometidos contra los derechos de las mujeres. Una participación plena y verdadera no será posible si no hay igualdad en la vida diaria. Esto se extiende no sólo a la igualdad de género sino también a la necesidad de atender las grandes disparidades económicas, que son una amenaza muy seria para la democracia.

Los programas de ONU Mujeres atienden estos temas de alternativas, voz y responsabilidad. ONU Mujeres ha apoyado en todo el mundo los esfuerzos de los movimientos de mujeres para obtener el voto y poder presentarse a cargos políticos, capacitando a las candidatas y trabajando con los medios para generar una información de mejor calidad sobre las campañas de las mujeres.

En Túnez y en Egipto, ONU Mujeres está ayudando a las mujeres de la sociedad civil a identificar sus prioridades en lo relativo a la reforma constitucional. En Egipto, en la República Democrática del Congo y en muchas otras instancias, ONU Mujeres ha respaldado consultas entre las organizaciones de mujeres de la sociedad civil y los líderes políticos de modo de establecer Estatutos de Mujeres que enumeran las prioridades de las mujeres para tener una democracia sensible a los asuntos de género como las cuotas electorales de género, las consultas entre los defensores de la igualdad de género y los políticos y la creación de redes de grupos de mujeres elegidas al parlamento, entre otros temas.

ONU Mujeres también apoya iniciativas para fortalecer la rendición de cuentas en materia de género en la administración pública por medio de presupuestos sensibles al género, y existen programas en Rwanda y Tayikistán que generan retroinformación entre los que rinden servicios públicos y las ciudadanas. ONU Mujeres ha trabajado con la Oficina del Alto Comisionado para los Derechos Humanos con el fin de ayudar a los países a atender las violaciones de los derechos de las mujeres a través de una ayuda a las comisiones de investigación y verdad y a las comisiones de reconciliación. ONU Mujeres también asiste a los países del mundo para que adopten compromisos legislativos nacionales con las políticas internacionales y los instrumentos jurídicos como la Plataforma para la Acción de Beijing, la Convención sobre la eliminación de todas las formas de discriminación contra la mujer, el protocolo de la Unión Africana sobre los derechos de las mujeres, y el protocolo de la comunidad de desarrollo de África meridional en materia de género.

Para resumir: hay tres requisitos básicos que son fundamentales para que la democracia sea real para las mujeres. En primer lugar, tenemos que eliminar los obstáculos que impiden a las mujeres participar de manera eficaz, tales como los relativos a la movilidad, a las finanzas, al acceso a la información, a la falta de seguridad pública y a la coacción, intimidación y violencia.

En segundo lugar, debemos reconocer que la participación es una cosa pero que la voz verdadera es otra. ¿Pueden las mujeres articular y hacer oír sus voces en cuanto a sus derechos, necesidades y preferencias? ¿Hasta qué punto son democráticos los partidos políticos? ¿Han tenido la oportunidad las mujeres de la sociedad civil de debatir las posiciones comunes respecto a la constitución, la ley electoral, la seguridad durante las campañas y otros temas?

En tercer lugar, las instituciones democráticas tienen que rendir cuentas a las mujeres y asumir la responsabilidad de cumplir con los compromisos contraidos con los derechos de las mujeres.

Si una democracia descuida la participación de las mujeres, si ignora sus voces, si evita la responsabilidad ante los derechos de las mujeres, es una democracia sólo para la mitad de la población.

Espero oír las recomendaciones que surjan de los debates del día de hoy, de modo de poder mejorar nuestra asistencia a la democracia. Veo en la lista de oradores de hoy y en el público muchos activistas democráticos importantes. Es un privilegio que participen aquí hoy. El coraje que muestran las mujeres y los hombres del mundo en esta alborada de una posible cuarta ola de democracia exige que todos nosotros nos aseguremos que la igualdad de género sea atendida en nuestros esfuerzos por hacer que la democracia sea una realidad para todos.

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