En la Georgia rural, las mujeres solicitan guarderías. He aquí por qué.

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Una clase de preescolar en el este de Georgia. Foto: Fundación Taso

En las aldeas remotas de toda Georgia, la mejora de las carreteras y la provisión de guarderías son cuestiones prioritarias en la agenda de las mujeres. Y es perfectamente comprensible. El tiempo que emplean en los trayectos de ida y vuelta a su trabajo como consecuencia de la falta de infraestructuras viarias o de servicios públicos esenciales, como las guarderías, y la distancia que debe recorrer una madre para acceder a servicios de cuidado infantil asequibles, determinan el tiempo que les queda a lo largo de la jornada para realizar un trabajo remunerado.

“Cuando estaba criando a mis hijas e hijos, tenía que llevarlos desde la aldea de Tsilkani a una guardería de otro pueblo, Tserovani. La carretera estaba en muy mal estado y a veces el autobús se estropeaba. Cuando hacía mal tiempo y teníamos que esperarlo, las niñas y los niños caían enfermos”, recuerda Eka Daudashvili, de Georgia oriental.

Eka solía tardar como mínimo una hora, cuando no más, en llevar a sus hijas e hijos a la guardería cada mañana; a continuación se marchaba a toda prisa a trabajar. A menudo llegaba tarde, por lo que siempre se sentía preocupada. Si en aquellos días alguien le hubiera preguntado cuál era su mayor deseo, sin duda habría respondido: “disponer de una guardería en mi propia aldea, Tsilkani”. Sin embargo, en aquel momento no había ninguna. Años después, cuando el ayuntamiento construyó una guardería, esta carecía de infraestructura e instalaciones adecuadas, por lo que no representaba una opción fiable para las madres.

Eka Daudashvili no estaba sola en esta lucha. En todo el mundo, la falta de servicios escolares y de cuidado infantil de calidad y asequibles penaliza a menudo a las madres cuando tratan de encontrar el equilibrio entre las tareas domésticas y el trabajo de cuidados, por un lado, y sus aspiraciones profesionales, por otro. Además, también resulta perjudicial para el desarrollo de las niñas y los niños en la primera infancia.

A lo largo de los últimos nueve años transcurridos desde 2010, ONU Mujeres ha ayudado a sus socios locales a renovar y mejorar 16 guarderías en toda la Georgia rural. El año pasado, en colaboración con la Asociación Internacional de Mujeres y la Fundación TASO, un socio local, ONU Mujeres ha mejorado los servicios e instalaciones de tres guarderías de la zona, incluida la ubicada en la aldea de Tsilkani, en la que vive un elevado número de desplazadas/os internas/os. El proyecto apoyó la construcción de una nueva cocina y un patio de juego para las niñas y los niños, además de suministrar juguetes e instrumentos musicales a la guardería de Tsilkani.

Para entonces, las hijas e hijos de Eka Daudashvili eran ya lo bastante mayores como para ir a la escuela, pero Eka asumió el cargo de directora de la guardería. Dado que era docente de profesión y también desplazada interna, se sentía entusiasmada por tener la oportunidad de participar en una iniciativa que ayuda a otras madres de la zona y les permite disponer de más tiempo libre para buscar un trabajo remunerado.

“Este es un proyecto muy importante. Nos gustaría mejorar la difícil situación que viven nuestras hermanas, pues sabemos que estos problemas afectan sobre todo a las mujeres”, afirma Aleid Douma, Vicepresidenta de la Asociación Internacional de Mujeres.

UN CAMBIO DE VIDA

Hoy en día, Tamila Ghunashvili se encuentra entre las numerosas madres jóvenes del asentamiento de personas desplazadas internas de Tsilkani que se han beneficiado del hecho de poder disponer de una guardería pública cerca de su casa. Esta economista de 37 años tiene tres hijas e hijos y actualmente trabaja con la comunidad de desplazadas/os internas/os, preparando documentos de identidad para la población desplazada y ofreciéndoles información sobre los servicios públicos disponibles.

“Mi lugar de trabajo y la guardería están cerca, a unos 10 minutos de camino”, señala Ghunashvili. Puede dejar en la guardería a su hija menor, Mariam, de 4 años, antes de las 9.30 horas y marcharse a trabajar. Esto ha supuesto una diferencia abismal: ahora puede aprovechar el tiempo mucho más. Cuando su hija y su hijo eran más pequeños, apenas tenía tiempo para trabajar, puesto que no existía ninguna guardería cercana.

“Solía llevar a mis hijos Giorgi y Luka a la guardería de Tserovani cuando eran pequeños. Había un autobús, pero me llevaba muchísimo tiempo”, explica Ghunashvili. “Sin una guardería [aquí], no habría podido empezar a trabajar, porque no habría tenido tiempo suficiente. Gracias a este servicio he podido aportar ingresos adicionales al hogar. Ahora podemos permitirnos más educación para mi hija y mi hijo... van a clases de fútbol y les encanta. También quiero llevarlos a cursos de inglés”.

Obra de arte creada por un estudiante de preescolar en el este de Georgia. Foto: Fundación Taso

“Existe una fuerte correlación entre la disponibilidad de servicios de cuidado infantil y la capacidad de las mujeres para participar en el empleo remunerado y lograr su independencia económica. El hecho de apoyar esos esfuerzos también a nivel local, de forma que consigamos que esos servicios sean accesibles, no sólo beneficia a las mujeres, sino a las niñas y los niños, las familias y las comunidades”, afirma Erika Kvapilova, Representante de ONU Mujeres en Georgia.

Ghunashvili dice que ahora, solamente con que las carreteras de Tsilkani estuvieran asfaltadas, la vida de sus habitantes mejoraría aún más. Sus hijos mayores, que en la actualidad tienen 9 y 12 años, se ven obligados a recorrer un trecho importante cada día para llegar a la parada del autobús que toman para ir a la escuela primaria. Cuando las condiciones meteorológicas empeoran, las carreteras también, y Ghunashvili se preocupa por la seguridad de sus niños. Su lista de deseos incluye una carretera pavimentada y “al menos una escuela de enseñanza primaria cercana, y si es posible también una de secundaria”.